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Fallo histórico: Condena a fumigadores en Entre Ríos. El modelo productivo en disputa


En un fallo sin precedentes, el Tribunal Oral de Concepción del Uruguay condenó a un año y medio de prisión (en suspenso) a los tres imputados por la fumigación de agrotóxicos sobre una docente y sus alumnos de la escuela rural Nº 44 de Santa Anita, Entre Ríos.

La trascendencia de un fallo histórico que proviene de la lucha por un ambiente sano y otra concepción de la producción encabezada por lxs más afectadxs por esta situación.

Se trata del primer dictamen en la Argentina en torno a la protección de docentes y alumnos rurales frente al uso irrestricto de agrotóxicos. A la sentencia se llega a partir de la denuncia de la docente Mariela Leiva y desde la campaña “Paren de Fumigar las Escuelas”, de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer).

La Justicia condenó al productor, al empresario fumigador y al piloto. En síntesis: a los últimos eslabones de la cadena agrotóxica que gobierna la producción de alimentos en nuestro país. Mientras, por otro lado, sigue sin tocarse a los grandes lobbies del modelo de producción agroquímica, que siguen actuando impunemente con todas las consecuencias ambientales, sociales y económicas del modelo.

En nuestro país, a partir de la aprobación de la soja transgénica y del uso del glifosato en 1996, se ha impuesto un sistema agroalimentario que, con la lógica capitalista de buscar cada vez más lucro, ha puesto a sus pies al entramado político, económico y científico de nuestra Nación.

Según nos cuentan los paladines del agronegocio, la producción agroindustrial de alimentos, con su paquete tecnológico (semillas transgénicas, siembra directa y herbicidas) viene a traernos “el progreso” y la solución al hambre en el mundo.

Sin embargo lo que podemos apreciar luego de 20 años de la implementación de dicho sistema en nuestro país es una alta concentración de las tierras en manos de unos pocos, un sistema agroalimentario que cada vez diversifica menos y se orienta al monocultivo, expulsión del campesinado del campo y serias consecuencias ambientales y sobre la salud de lxs pobladores y trabajadorxs.

Estudios de distintas Universidades a nivel Nacional e Internacional vienen demostrando el impacto que tiene en la salud el modelo de producción de alimentos basado en la aplicación de herbicidas. Los campamentos sanitarios realizados por el ciclo de Práctica Final de la Carrera de Medicina de la UNR que elabora registros epidemiológicos en pueblos y ciudades santafesinas, han dado pruebas de que lxs habitantes que viven en zonas aledañas a los campos fumigados tienen un perfil epidemiológico con una tasa de cáncer superior a la media nacional (en algunos casos se duplica) y asociada a una mayor exposición a los agrotóxicos.

Pero los efectos del modelo productivo no vienen únicamente de la mano de nuestra salud, traen aparejados a la vez una concentración de las tierras y la producción en las manos de unxs pocxs, hostigando a la agricultura familiar, expulsando al campesinado de los campos -víctimas de un paquete tecnológico que sólo rinde si se produce a gran escala, por las necesidades de grandes inversiones en maquinaria y a su vez la poca mano de obra que conlleva-. Desplazando, además, a los productores agroecológicos debido a la deriva de las fumigaciones a sus campos, generando una acumulación de la riqueza en pocas manos y una seria amenaza a la posibilidad de ejercer la soberanía alimentaria, que constituye el derecho fundamental de todos los pueblos y naciones a controlar sus alimentos, sus sistemas alimentarios y a decidir sus políticas asegurando a cada ciudadano alimentos de calidad, adecuados, accesibles y nutritivos.

De la lucha por un ambiente sano a la construcción de un nuevo paradigma de producción

En nuestro país y en toda latinoamérica hay sobrados ejemplos de que otra forma de producir alimentos es posible, en la agricultura familiar, urbana y también en una escala extensiva con diversificación de los cultivos.

La lucha de las docentes, los gremios, las madres de los pueblos fumigados, lxs productores de la agricultura familiar y de alimentos agroecológicos, lxs cientificxs comprometidxs con la sociedad, los movimientos sociales y todos los actores civiles debe ser la piedra basal para poder transformar de fondo este modelo productivo contaminante, excluyente y concentrador de riquezas hacia un nuevo paradigma donde la cercanía y la construcción conjunta entre todos estos actores forje otro modelo más soberano, en armonía con la tierra y la vida de lxs pobladorxs de los campos, aportando definitivamente a la construcción de una sociedad más justa e igualiltaria. Ése es el desafío y hacia allí vamos.

*Juan Belbey es militante del Movimiento Popular Patria Grande

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